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El aseo de una persona con demencia
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El aseo de una persona con demencia
A las personas con demencia severa les suele costar entender por qué deben asearse o ser ayudados en esas tareas. El miedo, la inseguridad o la propia dejadez impiden a veces que esta esta importante actividad se desarrolle adecuadamente. Por este motivo, hay que actuar siempre con cautela, respeto y creatividad para que el enfermo colabore y no ponga resistencia.
Para ello, lo mejor es comenzar conociendo sus hábitos y costumbres previos al agravamiento de la enfermedad para tratar de mantenerlos en lo posible: con qué frecuencia se bañaba o duchaba, en qué horarios, qué productos usaba, qué temperatura del agua le gustaba, que tipo de afeitado se hacía…Y, en función de ellos, establecer una nueva rutina.
Los expertos recomiendan asear a estos enfermos siempre en el mismo espacio, a la misma hora y en el mismo orden (por ejemplo, primero los dientes, luego la cara, al final el cuerpo…), lo que proporciona seguridad.
Asimismo, aconsejan tener siempre a mano el material básico que se va a utilizar -la toalla, el jabón, la esponja, el cepillo de dientes, el dentífrico, el peine…- y sacar las otras cosas (afeitadora, depiladora, champú…) sólo cuando se necesiten.
También recalcan la importancia de crear un ambiente propicio para el aseo, actuando con mucha delicadeza y procurando que no haga frío en el baño y que la luz sea adecuada para evitar posibles situaciones de ansiedad e incomodidad. Además, el ritmo debe ser siempre pausado, dándole el tiempo que necesite y sin meterle presión para evitar que rechace la ayuda.
En función del nivel de dependencia de la persona enferma habrá igualmente que proceder de diferente manera:
En cualquiera de estos casos, si el enfermo se niega a asearse, habrá que mantener la calma e intentar convencerle “por las buenas”. Si la negativa persiste tendremos que ser algo más flexibles, probando a hacerlo en otro momento o realizando el lavado de otra forma; por ejemplo, por partes en el cuarto de baño en lugar de usando la ducha.
Esos ratos de aseo también pueden aprovecharse para hablarles y estimularles intelectualmente, recordándoles cómo se llaman las distintas partes del cuerpo o los productos que se están utilizando. Por ejemplo, “con esta esponja amarilla te voy a enjabonar los brazos” o “levanta tu pierna derecha para que pueda aclarártela”.
Asimismo, es bueno dejar que el enfermo cometa pequeños fallos para potenciar su independencia y premiar sus esfuerzos y avances, por pequeños que sean, con cumplidos verbales y afectivos. No olvides que trabajando la higiene personal se trabaja también la responsabilidad, el autocuidado, la autoestima y la autonomía de la persona.
Por último, te aportamos unas cuantas pautas muy prácticas basadas en nuestra experiencia: