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Los efectos del ruido en nuestra salud

Con la llegada de la primavera y el verano (salvo en las olas de calor) el clima permite aumentar nuestra actividad en el exterior y eso significa más personas en la calle, más reuniones, más desplazamientos, y en general, más ruido.

El ruido está considerado un contaminante, paradójicamente más “silencioso” porque hasta que no se sufre personalmente puede considerarse menos agresivo. Sin embargo, es un problema ambiental importante por su repercusión en la salud y en el bienestar de las personas, y nada menor por el número de personas que se ven sometidos a su impacto.

Según el informe Environmental Noise in Europe 2020 (El ruido ambiental en Europa  2020), el último de los informes al respecto que la AEMA (Agencia Europea de Medio Ambiente) realiza cada cinco años, más de 100 millones de personas en Europa, el 20% de su población, estaban a la fecha expuestos a niveles de ruido perjudiciales para la salud.

Los efectos nocivos del ruido dependen de factores como la intensidad del sonido, que se mide en decibelios, el tiempo de exposición y también de la sensibilidad personal, sobre todo a nivel auditivo.

Límites recomendados de decibelios

La OMS, en su documento Directrices sobre el Ruido Ambiental para la Región Europea de 2019, indica los límites de intensidad para diferentes fuentes de ruido. Para el provocado por el tráfico ferroviario recomienda que esté por debajo de los 54 dB durante el día y 44 dB durante la noche, para el derivado del tráfico aéreo, debe situarse por debajo de los 45 dB en el día y los 40 dB en horario nocturno. La recomendación para el ruido originado por las turbinas eólicas, es que debe encontrase por debajo de los 45 dB. En cuanto al ocio, recomienda que la media anual resultante de todas las fuentes que lo causan, no supere los 70 dB.

En España, las autoridades competentes sobre la regulación del ruido son las comunidades autónomas y los ayuntamientos en todos aquellos aspectos que no estén cubiertos por legislación nacional, lo que tiene especial referencia a los comportamientos vecinales. A este respecto, en la mayoría de los reglamentos municipales para zonas residenciales se establecen como límites superiores los 35 dB de las 08 a las 22 horas y los 30 dB en el horario de las 22 horas a las 08 horas.

Sin embargo, hay estudios que han encontrado que, aún a bajos niveles, el ruido puede provocar dificultades de conciliar el sueño con las consiguientes repercusiones, sobre todo en ciudades pobladas o zonas con importante afluencia de personas.

Efectos perjudiciales del ruido en la salud

Los efectos perjudiciales pueden darse tanto a nivel local, afectando a la audición, como más generales.

A nivel auditivo puede dar lugar a pérdida de capacidad auditiva, la hipoacusia. Este efecto se conoce como traumatismo acústico, que puede ser agudo o crónico. El primero se ocasiona con una exposición a un ruido muy intenso de corta duración, como una explosión, disparos, petardos, pero también en el ambiente laboral o en un concierto o discoteca. El crónico se desarrolla de forma gradual por exposición continua o intermitente de manera reiterada.

Ambos tipos pueden dar lugar a una pérdida de audición temporal o permanente, ésta última si la exposición es repetitiva. Al principio la pérdida de audición puede ser moderada y para frecuencias agudas, pudiendo recuperarse, pero con la repetición a la exposición el daño se hace permanente, pudiendo llegar a una sordera severa.

Una fuente importante para este tipo de lesiones son los auriculares utilizados en la reproducción de música, que al ser usados sin precauciones están condicionando que la pérdida auditiva asociada a la edad se esté adelantando unos 20 años, así personas de 40 años presentan niveles de audición propios de personas de 60. Como prevención se recomienda utilizar estos aparatos no más de 1 hora al día y no superar el 60% del volumen posible.

A nivel general hay evidencia del impacto del ruido en los trastornos cardiovasculares. Una exposición al ruido puede aumentar el riesgo de presentar hipertensión arterial, sufrir una angina de pecho o un infarto agudo de miocardio.

También se ha relacionado la exposición a niveles altos de ruido (80 – 90dB) con incremento de irritabilidad o stress, que se manifiestan por fatiga, alteraciones en la comunicación, nerviosismo, agitación, agresividad…

Igualmente se ha relacionado con alteraciones del sueño, tanto en su conciliación como en la calidad de este. Estas alteraciones tienen repercusiones en otros aspectos de la salud, con manifestaciones como fatiga, decaimiento, alteraciones en la concentración, aumento de la presión arterial y frecuencia cardíaca, arritmias, alteraciones en la respiración etc.

Otros estudios señalan la presentación de aumento de la viscosidad de la sangre, con posible repercusión en la coagulación y aumento de niveles de lípidos y glucosa.

Como resultado de estas alteraciones, se señala al ruido ambiental como el causante de la pérdida de años de vida saludable, problemas cognitivos, disminución del rendimiento escolar en niños e incluso de la producción de alteraciones en el equilibrio que se manifiesta como mareos y nauseas.

Todo esto lleva a que la OMS (Organización Mundial de la Salud) atribuya a la contaminación acústica ser la segunda causa ambiental de problemas de salud, detrás de la contaminación atmosférica.

Medidas a tomar para reducir el efecto del ruido en nuestra salud

Para disminuir su impacto hay que reducir los niveles de ruido en nuestro entorno. Las medidas legales, con el establecimiento de límites tanto en la intensidad de los sonidos relacionados con las distintas actividades, como la delimitación de éstos en cuanto a horarios, es una medida necesaria, pero en muchas ocasiones no suficiente. Como en muchas otras cuestiones, la conciencia ciudadana e individual resulta esencial, de manera que el comportamiento de cada persona contribuya a reducir la contaminación acústica. Para ello se recomienda:

  • Priorizar el transporte público o utilizar medios de transporte con poco o nulo impacto sonoro, como vehículos eléctricos o la bicicleta.
  • No reproducir música o utilizar el televisor con un volumen elevado (puede ser una señal de alerta sobre pérdida de audición).
  • Evitar hacer ruidos excesivos o innecesarios en nuestras actividades diarias, tanto en el exterior como dentro de casa.
  • Mantener un tono de voz adecuado, y educar en ello a los niños.
  • Apagar los equipos electrónicos una vez dejemos de utilizarlos.
  • Respetar especialmente las horas de descanso nocturno, no realizando actividades que sean ruidosas.
  • Realizar las obras domésticas en los horarios recomendados.
  • Mejorar el aislamiento acústico de nuestra casa.
  • Hacer hincapié en educación ambiental de niños y mayores.

Y en cuanto a protección personal frente a la contaminación acústica:

  • Respetar y adoptar las medidas de protección que se definan dentro del entorno laboral.
  • Utilizar los reproductores de música y voz sin alcanzar los máximos de su potencia en volumen y si se utilizan auriculares, no más de 1 hora al día y como máximo al 60% de su capacidad.
  • Proteger los oídos con tapones en ambientes con alto nivel de ruido.
  • Disponer de un aislamiento acústico adecuado del hogar.
  • Realizar un mantenimiento correcto de electrodomésticos y vehículo, para evitar ruidos innecesarios.

Dr. Alberto Rodríguez Balo

Médico de Familia

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