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La primavera ya está aquí, y aunque esta estación es más deseada que el invierno, todos los ciclos del año traen sus aspectos positivos y sus aspectos molestos.
En primavera el clima se hace más suave, suben las temperaturas y las horas de luz se van incrementando. Esos cambios impactan en toda la naturaleza, incluidas las personas.
Repasar los posibles aspectos negativos nos puede ayudar a prevenir y estar preparados para superarlos.
La Astenia Primaveral y el Trastorno Afectivo Estacional
Una mayor intensidad de luz diaria y de temperatura incrementa la actividad de nuestro organismo, con una mayor producción de una serie de sustancias que repercute en cómo nos sentimos. Estamos más predispuestos a realizar actividades, con una mayor sensación de bienestar, con cierto grado de optimismo, es lo que se denomina euforia primaveral.
Sin embargo, algunas personas pasan por un periodo de adaptación a estos cambios de clima y se quejan de fatiga, irritabilidad, cansancio y pérdida de apetito. Lo que se conoce como astenia primaveral que en ocasiones se ve potenciada por otros problemas acompañantes como las alergias. Esto refuerza en esas personas la idea de la llegada de la primavera como algo negativo.
No parece ser únicamente un efecto psicológico, sino que puede tener también algún fundamento real. Un estudio de la Universidad de Michigan ha mostrado que hay una diversidad genética en cuanto a la capacidad de las personas para adaptarse a los cambios que afectan al ritmo circadiano, como sucede en la primavera. En las personas que habitualmente son más madrugadoras, se observaron menores alteraciones con relación al sueño, con una vuelta a la normalidad en pocos días, mientras que las personas con tendencia a mayor actividad vespertina, tenían más afectación del sueño y requerían un mayor tiempo de adaptación, lo que puede corresponderse con algunas de las molestias de la astenia primaveral.
Sin embargo, cuando los síntomas son intensos hay que diferenciar esta astenia primaveral del trastorno afectivo estacional, que ya presenta un cuadro con síntomas depresivos, más frecuente en invierno y otoño pero que puede aparecer en cualquier otra estación, y que precisa un tratamiento.
Para remontar esta astenia, las recomendaciones están relacionadas con respetar nuestro reloj interno (reloj circadiano) que tiene que adaptarse a los cambios que el clima le provoca: mantener nuestro horario de descanso nocturno, seguir nuestras rutinas, lo que incluye los tiempos de descanso y ocio (que podemos aumentar si notamos un incremento de la sensación de cansancio), seguir realizando ejercicio físico regularmente y mantener una dieta sana.
Alergia
El cambio de clima que corresponde con la primavera trae un aumento de lluvias, humedad y temperatura, lo que favorece el aumento de diversos pólenes en el ambiente. Si esto se combina, sobre todo en las ciudades, con la contaminación del aire y un aumento de la actividad al aire libre, se dan todas las condiciones para que aumenten las enfermedades relacionadas con alergia al polen, lo que en España afecta a más de ocho millones de personas. Hablamos de conjuntivitis, dermatitis, rinitis alérgica estacional o asma, que pueden presentarse aisladas o acompañadas unas de otras.
Es importante que en caso de precisar tratamiento se haga correctamente siguiendo las indicaciones de su enfermera o médico de referencia, teniendo en cuenta además los posibles efectos secundarios de alguno de ellos como la presentación de somnolencia con los antihistamínicos, importante a la hora de conducir o realizar tareas peligrosas y su potenciación con el alcohol. Pero también es posible disminuir el contacto con el polen que desencadena los síntomas, purificando el aire de la casa, ventilando el tiempo mínimamente necesario, preferiblemente al mediodía, tratando de mantener el resto del día las ventanas cerradas y limitando la exposición al aire libre, sobre todo las actividades en parques y jardines. Y utilizar mascarilla si la concentración de polen es alta o los síntomas se alivian con ella.
En las páginas web de los diversos servicios de salud se encuentra información sobre las concentraciones de polen y consejos al respecto, incluso es posible suscribirse a mensajes de alerta al móvil.
Afecciones cutáneas
Aparte de las dermatitis alérgicas, la humedad y el incremento de la temperatura ayudan a la proliferación de hongos y bacterias que pueden atacar nuestra piel. Además, el buen tiempo anima a estar más horas al aire libre, incrementándose la exposición a la luz solar, otro factor que en exceso puede dañar la piel. Por otra parte, el incremento de la actividad y de la temperatura implica un aumento de la sudoración que si se acumula también es dañino.
La suma de estos factores hace más fácil la presentación de lesiones de diversos tipos en la piel. Podemos prevenir su aparición utilizando productos de fotoprotección solar con el grado de protección adecuado a cada piel y al tiempo de exposición, utilizar ropa de tejidos naturales como el algodón o el lino que permita una correcta traspiración e hidratar bien la piel, utilizando para ello cremas hipoalergénicas y bebiendo la cantidad de agua necesaria.
Resfriados
También se presentan en primavera y pueden confundirse con síntomas de alergia. Se pueden diferenciar por la mayor duración de la alergia, la presentación paulatina del resfriado en relación con la presentación brusca y con brotes de agudización de la alergia y por la posible presencia de fiebre y dolores musculares acompañando a la tos en el caso del resfriado.
No hay una prevención específica ante el resfriado, solo las medidas que pueden repercutir en disminuir la posibilidad de contagio como el lavado de manos, ventilar las habitaciones sobre todo ante grandes concentraciones de personas y evitar el contacto con personas con síntomas y las medidas que pueden ayudar a un mejor funcionamiento de nuestra inmunidad natural: alimentación correcta, ejercicio físico frecuente con relación a la edad, descanso nocturno adecuado y reducir los niveles de estrés.
Gastroenteritis
Al igual que los virus que producen los resfriados, los virus que pueden producir molestias gastrointestinales proliferan con la temperatura que acompaña a la primavera, por lo que en esa época también pueden presentarse con más frecuencia cuadros de fiebre, “retortijones”, dolor abdominal, náuseas, vómitos y diarrea.
Pero también hay bacterias que están más presentes en esta parte del año, como el caso de la salmonela, habitualmente relacionadas con alimentos mal conservados, lo que es más frecuente cuando aumentan la temperatura y la humedad.
Conservar bien los alimentos, valorar si están en condiciones de consumo y dentro de las fechas de caducidad, cocinarlos a las temperaturas adecuadas y lavarse bien las manos con agua y jabón antes de prepararlos y consumirlos son las medidas más eficaces para evitar estos episodios que pueden ir desde una molestia a poner en serio peligro nuestra salud.
La primavera nos ofrece la oportunidad de poder tener una mayor actividad personal y social, y en general ayuda a una mayor sensación de bienestar. Si estamos prevenidos ante los cambios que con su llegada pueden ensombrecer esta estación del año, podremos disfrutarla.