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Con la llegada del verano comienza el periodo en el que, si es posible, se intenta alejar la rutina de la vida diaria, con más actividades al aire libre o con una escapada a otros lugares. Es también el momento en el que al disponer de más tiempo libre lo compartimos con nuestros mayores, lo que contribuye a mejorar su ánimo y a disfrutar de su vida.
Sin embargo, el cambio de rutinas y las temperaturas habitualmente elevadas pueden suponer un riesgo en personas con fragilidad.
Por ello, es importante atender a una serie de recomendaciones si viajamos con mayores:
- Organizar con tiempo y hacerlo teniendo en cuanta su opinión y necesidades. Compartir con ellos las opciones de destino del viaje y su preparación, disminuye la ansiedad y el estrés que puede causar.
Cuando la persona ya tiene algún problema de demencia, es conveniente que el destino del viaje sea un lugar que ya conozca, o que forme parte de su pasado, lo que causará menos ansiedad y disminuirá la posibilidad de desorientación ante el cambio.
- Igualmente es recomendable informar y compartir las alternativas de medio de trasporte y de alojamiento, contemplando las posibles barreras arquitectónicas, así como la gestión de sus necesidades en medicación o la disponibilidad de un punto de atención sanitaria, lo que ayuda a que obtengan confianza y mejore su autopercepción de validez.
Hay que plantear esa organización con flexibilidad y adaptación, como por ejemplo con más puntos de descanso durante el trayecto en coche, o repasar con ellos la medicación y dosis suficiente para cubrir sus necesidades, organizando cómo disponer de lo preciso. Y en caso de necesitar dispositivos de ayuda, como andador y/o muletas, asegurar contar con ello y cómo trasportarlos sin problemas.
- El calor habitual en muchas de las zonas de vacaciones y más ahora con los episodios de olas de calor son un potencial riesgo para los mayores. La ropa que lleven en su equipaje debe estar adaptada a ello. Debe ser ligera, holgada y transpirable, idealmente de algodón o de lino.
- No olvidemos el sombrero o gorra y las gafas de sol.
- El calzado debe ser cómodo pero seguro. En personas mayores la recomendación es que no utilicen calzado que deje sin sujeción el talón, y si utilizan ese tipo de calzado, al menos deben llevar sujeción en antepié y tobillo.
- En el trayecto mantengamos las parades previstas, aconsejables cada hora u hora y media, y estemos abiertos a las imprevistas. Si es preciso por las circunstancias personales o por experiencias previas, llevar algún sistema de absorción como pañales, compresas de incontinencia o colectores.
- Descansar, estirar las piernas, hidratarnos y comer, no solo viene bien a quien tiene problemas circulatorios o diabetes, sino que también son buenas prácticas para todos.
- También en este aspecto hay que contemplar recomendaciones específicas en personas con algún grado demencia. El trasporte público causar más desorientación y en su caso, agitación, por ser poco habitual para ellos y por el ambiente que suele darse, por lo que es mejor hacer el viaje en nuestro propio vehículo y que se siente alguien junto a él.
- Si el viaje es en trasporte público, debe incorporarse del asiento y pasear brevemente si es posible o realizar movimientos de las piernas para prevenir las complicaciones circulatorias.
- Hay que tener también en cuenta los servicios que ofrecen las compañías como silla de ruedas o vehículos especiales para el trasporte con personas de movilidad en distancias grandes como sucede en los aeropuertos, que pueden solucionar problemas que a primera vista sean obstáculos para el viaje.
- Respetar los intervalos y pautas de medicación, tanto en el viaje como durante la estancia. Conviene llevar un informe médico actualizado ya que, aunque actualmente la mayor parte de las atenciones sanitarias se registran en formato electrónico, pueden no estar disponibles entre distintos centros.
- A la llegada, revisar el alojamiento para detectar posibles riesgos como escalones imprevistos u obstáculos que puedan facilitar una caída accidental. Con respecto a este riesgo es una buena medida dejar una iluminación adecuada por la noche, que permita ver el trayecto hacia el aseo.
- Durante la estancia mantener el horario de los tratamientos habituales, vigilar la hidratación, la alimentación y el ritmo de descanso. Y planificar las actividades con flexibilidad, adaptándonos a su ritmo, posiblemente más lento, e incorporar actividades a realizar en familia como juegos o paseos.
- Con respecto a la hidratación, hay que recordar que las personas mayores tienen disminuida la percepción de sed, por lo que tienden a ingerir menos líquidos de los necesarios y el verano aumenta su riesgo de deshidratación, por lo que deben beber agua regularmente, aún en ausencia de sed.
- Mantener el alojamiento fresco: ventiladores, aire acondicionado y bajar las persianas y cortinas para que no entre luz en las horas de más calor, ventilando en las horas más frescas del día y a ser posible, procurando establecer una corriente de aire.
- Cuidar la exposición al sol evitando las salidas a las horas de más calor y utilizar protección: cremas específicas, cubrir la cabeza y gafas de sol.
- Si nuestro familiar tiene problemas de demencia es importante que vaya siempre vaya acompañado, incluso al aseo. El riesgo de desorientación al cambiar de entorno es elevado.
Aparte del acompañamiento es una buena medida que lleve algún dispositivo que permita su identificación como una pulsera o medalla, en el que figure además teléfono de contacto. Si es posible debe contar con algún sistema de geolocalización, como puede ser un reloj que lo incorpore o un móvil con la geolocalización activada.
Seguir estas recomendaciones, aunque exigen una mayor planificación, ayuda a que se pueda disfrutar con más seguridad y tranquilidad, aprovechando el tiempo en común sin las presiones y barreras que surgen de las tensiones que ocasiona el día a día. Buen viaje.